Oscuro, algo frío y de piezas a escoger.
Quinto capítulo de estrategia que media entre la información y la acción. Propone piezas y movimientos obligatorios para el ejercicio de los próximos acontecimientos, pero se queda a mitad entre el puro entretenimiento y la profunda pugna por el poder mediante solemnes conversaciones. No llega a ningún aspecto completamente, pero deja buen sabor de boca finalmente.
El Perro se ve obligado a luchar contra su peor enemigo, el fuego, demostrando quién sigue siendo el más temible con una espada en la mano. La sobria y salvaje lucha que nos brindan en los primeros minutos es digna de la primera temporada, donde veíamos crueldades sin que cejaran de impresionarnos. Un ápice de magia que ya no asusta sino que se complementa y nos vemos ya completamente introducidos en una serie de ficción sin que preguntemos por la plausibilidad de ciertos aspectos. Muy bien llevado para que consigamos esa sensación tan interna.
Brienne se intenta despojar del sucio trato que está recibiendo, sabiendo de su deshonra, en un baño que a más de uno nos apetecería darnos. El Matarreyes aparece para meterse en el mismo agua y comienza a confesarse, ahora que su moral ha decaído, hasta que hiere a Brienne y ésta salta cual gato imponiendo su vejada pero aún viva dignidad. Entonces él comienza su relato. Un relato oscuro y triste por el cual comprendemos su situación, que nos posiciona mucho más cerca de ese arrogante personaje que teníamos por asqueroso príncipe azul. Sentimos lástima y vemos mucho más honor que hasta entonces en él. Esto es más de lo mismo en cuanto a manipulación de personajes que llevamos viendo en producciones de seriales en los últimos 10 años. Toda serie ha de manejar las impresiones de la audiencia para cambiar de bando, elegir personajes favoritos y volvernos locos hasta que hayamos pasado por empatizar con cada uno.
La trama respecto a Sansa se complica hasta niveles extraordinarios y, tal y como hacen en el capítulo, dejaremos para el final los detalles de tamaño lío.
Jon Snow, más allá del muro y convirtiéndose en uno más, dejando atrás su vida de cuervo, se ve respaldado por Ygritte. Tanto que al acompañarla a una cueva, advierten un pequeño manantial de agua caliente, Ygritte se desnuda y embelesa al ingenuo y aún virgen Jon. Una imagen tierna que peca de oscura y que no goza de la brutalidad ni el mensaje explícito que veíamos meses atrás. El sexo ha pasado a un tercer o cuarto plano y, sinceramente, daba juego para más sensibilidad del espectador.
Daenerys sigue con su misión de un justo armamento para arrebatar su propio trono. Por ello pretende aleccionar y en esta entrega nos chocamos con la valentía de un inmaculado que demuestra su principio de libertad frente a la renovada Khaleesi. Ella trata de cambiar su nombre por lo ofensivo del significado, pero para él su nombre es mucho más poderoso y libre desde que lo adquirió el día que ella los liberó. El discurso no cuaja tanto como otros anteriores, pero resulta interesante ver cómo ha evolucionado un poder que parecía destinado a vagar infinitamente en la podredumbre.
Conocemos también a la familia de Stannis Baratheon y sabemos de su infidelidad, de la vida de su esposa y de su única hija viva, sobre la cual tendrán que explicarnos muchísimos detalles, como por qué su cara tiene ese aspecto.
Sir Loras parecía destinado a casarse con Sansa, ahora que Margaery se lo había propuesto. La astucia de la Tyrell y su capacidad de dominio sobre el nuevo rey parecía determinante. Vemos cómo Loras es cautivado por otro joven y se sorprende de que alguien más supiera de su homosexualidad. Entonces llega la conversación en la que los Lannister decidirán, o mejor, se verán abocados a una decisión fatal que, todos prevemos, acabará por desarmar a la familia en una explosión de inaguantable dolor.
Tywin ya sabe de la estrategia llevada a cabo por las Tyrell y no dejará en manos de otra familia la corona que con tanta eficacia y esfuerzo está defendiendo. Para ello tendrá que obligar a sus hijos a nuevos matrimonios en los que comprometan a diferentes familias e intereses. La sociedad es forjada una vez más en la concertación de enlaces sin amor, con el único fin de evitar guerras que mermen el principal poder del aterrado rey. Tyron habrá de casarse con Sansa y tener descendencia. No sólo es doloroso por tener otra persona amada, sino por apreciar a aquella joven que tantas veces ha sido humillada. Por su parte, Cersey habrá de casarse con Loras, destinada a una vida incomprendida. Ninguno puede aceptar, pero su padre se muestra terco y firme.
Veamos qué nos depara esta segunda parte de la temporada. Se hace demasiado corta y echamos de menos más acción y sorpresas, la valentía para cargarse personajes importantes. Pero sobre todo añoramos personajes con un peso sobrehumano que carguen con toda la tensión interpretativa de la trama. Tres o cuatro caracteres que tener como estandarte y de los que temer su muerte. Tyron ya no es ese arrogante de graciosas mofas. Sólo Daenerys está a la altura, pero no es una cuestión actoral, sino de demasiada amalgama de secciones que hace de la serie un puzzle demasiado grande para poder centrarse 10 minutos en alguien con atención sin menospreciar al resto.
Veamos qué pasa, el próximo lunes, con la sexta entrega. Pero antes, esperamos vuestros comentarios: ¿Qué batalla, duelo o lucha ha sido vuestra favorita hasta ahora? ¿Creeis que los enlaces matrimoniales anunciados por Tywin se llevarán a cabo? ¿En qué se convertirá Jaime ahora que ya no puede ser ese prometedor luchador?
Por: Javier Moreno
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