Espectacular capítulo. Creo que una de los
mejores finales de una temporada de la parrilla americana.
Es un capítulo que, en los 42 minutos que dura,
no puedes parar de mirar la pantalla y ver todas las cosas que pasan.
Nos prometían mucha acción, muchos diálogos
buenos, y un capítulo digno de una película para TV, y creo que no nos han
defraudado.
Te quedas al final del capítulo pensando en
qué puede pasar en todos esos momentos de después, en qué pasará después de ese
desastre, cómo continuará la serie en la 2ª temporada. Muchas preguntas que en
unos meses encontrarán respuesta en el primer capítulo de la 2ª temporada.
¿Por dónde empezar?
Nos encontramos con Oliver colgado después de
que Malcolm le hubiera retenido después de esa pelea final del anterior
capítulo. Sigue convencido de que hay que arrasar los Glades. Al principio me daba
hasta un poco de penilla Merlyn con todo eso que decía, y que echaba de menos a
Robert y demás, pero luego se me olvidó cuando su plan seguía funcionando y
antes de lo que esperaban todos.
Oliver, rescatado por Diggle y Felicity
interrogada por Lance por haber hackeado Global Merlyn y haber participado en
algunas investigaciones para el Vigilante, hace que el Team Arrow sea de las
mejores cosas de la serie, como cada uno hace su trabajo pero siempre apoyado
por el resto del equipo.
Moira por fin hace algo decente después de
tantos meses metida en los asuntos de la “Empresa”, concede una rueda de prensa
donde cuenta toda la verdad, verdad que no le hace gracia a mucha gente, Thea
por todas las mentiras que le ha contado su madre y porque su amado Roy vive en
los Glades, Malcolm que ve cómo su “apoyo” tira todos sus planes por la borda y
tiene que adelantar su plan final.
Un plan el cual Tommy conoce después de una discusión
con Oliver ya que pillo a él y a Laurel besándose cuando él iba a
reconciliarse con ella. Oliver le cuenta los planes de su padre, y él no se
cree nada, pero peor cara se le queda cuanto su padre da la razón a Oliver y
cuenta el porqué de todo.
La ciudad hecha un caos. Oliver y Diggle a por
Malcolm. Moira detenida por colaborar en todos los asuntos de “La Empresa”.
Thea en busca de Roy a los Glades, con un Roy en modo heroico intentando salvar
a la gente. Felicity ayudando a Lance a desactivar el detonador situado debajo
del barrio. Laurel en su despacho haciendo trabajo hasta el último momento.
Tommy herido en el despacho de su padre.
Los últimos minutos del capítulo son
horrorosos, los pelos de punta y sólo quieres que pase ya, porque ves que se
acaba el capítulo y no da tiempo a todo.
Diggle y Oliver malheridos después de acabar
con Malcolm. (¿Habrá muerto de todo? No me lo deja a mí muy claro). Felicity y
Lance desactivan el detonador después de esos momentos emocionantes de despedidas
de Lance con Laurel dentro de toda esa tensión. (A ver a quién no se le ha
medio caído la lagrimilla en toda esta parte.) Pero cuando todos pensábamos que
el Team Arrow había acabado con el Arquero Oscuro y con la máquina para
destruir los Glades, descubrimos que había otra que sí hace su tarea. Un gran
seísmo en todo el barrio causa el caos, derribando edificios, abriéndose el
suelo, destrozos materiales, pérdidas humanas… Yo casi pensé que a Felicity le
pasaría algo, en esos momentos en el que parece que se le va a caer el techo
encima, pero no es a ella a la que se le
cae si no a Laurel que queda atrapada en su trabajo y cuando pensamos que quien
va a salvarla es Oliver, vemos a Tommy en acción salvándola declarándole su
amor, para después ser él el atrapado.
Otro momento de lagrimilla cuando Oliver
intenta rescatar a su mejor amigo, pero lo único que consigue es esa despedida,
por la muerte de éste.
Un capítulo que nos deja en ascuas. ¿Qué
pasará después de todo ese seísmo? ¿Qué pasa con Malcolm? ¿Qué ha pasado con
Roy salvando a esa gente del autobús? ¿Qué pasa ahora con Laurel después de esa
declaración de amor de Tommy y posterior muerte?
Solo sé que ha sido un capitulazo, que ha sido un
final de temporada espectacular, y que la segunda temporada seguro que no nos
decepciona.
Por: Mario Gil Egido
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