Sin duda alguna, el capítulo más flojo de lo que va de temporada y, diría más, de lo que va de serie al completo. Dejando de lado dos momentos, que bien pueden durar 5 minutos en total, todo es un paseo en el tiempo en el que no ocurren determinantes acontecimientos. Lo desarrollo:
Hoy acudimos al sofá a la espera de más giros argumentales, sedientos de cambios, de discursos atronadores, de exclamaciones y sorpresas. Y es que llevábamos 7 capítulos sin grandes momentos, exceptuando aquel de "Dracarys", la mano de Jaime y pocos más. Echamos en falta el coraje y el desparpajo de la primera temporada, y a tres capítulos del final de esta tercera confiábamos en algún golpe sobre la mesa. Traguemos vino.
Pues no. Nos dejan con las ganas y con algo de decepción. No es un mal rato el que pasamos viendo las desventuras de gran parte de los afectados por este capítulo de entretiempo, pero no es lo que ninguno puede desear, ni siquiera lo que esperamos de Juego de Tronos. Tiene un detalle que cumplen, y que llevábamos tiempo requiriendo: se centran en menos personajes y ahondan más en las tramas. Sin embargo, el tiempo se dilata y no profundizan como es debido. Pasean y remueven la salsa, pero no la especian ni la calientan.
Las historias se resumen en tres, aunque hay un leve asomo a otras. Arya sigue con "el Perro", Cersei vuelve a ofrecer un irónico gesto cariñoso hacia Margaery, Sam ejerce de nuevo de padre junto a Gilly, pero de esta breve relación hablaré en el final. Los minutos discurren principalmente sobre estos tres conflictos: Daenerys y los "Second sons", la boda entre Tyrion y Sansa, y el ardid de Melissandre con respecto a la sangre real.
Éste último que nombro, resulta previsible y evidente, aunque agradable. La escena sexual se disfruta, pero se ve muy forzada y además acaba de un modo excesivamente leve. Probablemente esto, junto con la conversación en el calabozo de Davos sea lo más reprochable de este capítulo. Además, nos muestran su aprendizaje a la lectura y su intento por mantener algo de dignidad en la defensa de su honor, sin mucho éxito.
La boda de postín que nos maquillan resulta infantil y los personajes no responden ante su pasado ni carácter en casi ningún caso. Sólo Sansa está a la altura y Tyrion resulta aceptable, el resto parecen momentos de relleno sin apenas justificación. Es tras la boda, con el momento embarazoso de la consumación matrimonial, cuando vemos algo más de tensión, con un desenlace simpático pero sin provocarnos más que empatía. Contamos 15 minutos de una misma trama y un sólo detalle a resaltar: las imágenes de Sansa y su miedo al entrar en el templo. Tyrion es cada vez más débil y no sabe cómo seguir adelante sin abandonar lo que le hacía tan poderoso, su soberbia.
Es con la madre de los dragones con la que vienen las únicas emociones, y tampoco son tantas. Se adereza con otros ropajes para emprender su ataque estratégico. Resulta poco convincente que sea ella quien comande semejante empresa, pues está rodeada de caballeros que llevan toda su vida ejerciendo ese tipo de trabajos, pero nos fiamos de sus decisiones. Al entrar en conflicto con los "Second Sons", vemos hostilidad en dos de los hermanos y la conversación se torna sarcástica, algo cómica, y tensa. Lo que nos hace pensar que veremos fuego. Mejor: los hermanos hablan entre sí y llegan a la conclusión de eliminar a la Targaryen. Entonces aparece la rubia siendo enjabonada por su ayudante en una bañera metálica muy sofisticada. Alguien ha conseguido colarse en sus aposentos y amenaza con un cuchillo. Al entablar las primeras palabras vemos que el encapuchado es uno de los hermanos, que harto de sus familiares, entrega sus cabezas frente a Daenerys. Ella sale de la bañera, desnuda, es envuelta en albornoz y con la mayor calma posible se hace respetar requiriendo un juramento de lealtad. El más leal y libre de los hermanos, que busca la belleza a toda costa, luchará con su ejército junto a ella, y jura fidelidad. Asombroso giro que, aunque es breve, resulta el mejor momento de la hora entera que dura el capítulo.
No vemos a muchos de los personajes principales, pero ese no es el problema, sino la falta de desarrollo de cosas que se están reservando para la siguiente temporada. Y esta dilatación resulta algo extenuante.
Dejan para el final el proceso por el que Sam ha de convertirse en padre y sacar a relucir su bravura. Tras intentar calmar y ayudar a su pobre chica, sale fuera del refugio asustado por el ruido de cuervos. Un "white walker" se acerca en busca del bebé, en un primer contacto Sam es derribado con una fuerza descomunal y su espada es pulverizada con la mano del caminante, pero Sam se arma de valor y ataca por la espalda clavando un objeto afilado, suficiente para cargarse al monstruo. Termina el capítulo. Y nos miramos entre los que lo presenciamos, entornamos un poco los párpados y decimos al unísono: "no puede ser".