La HBO vuelve a demostrar su confianza en los buenos escritores.
Al mando de un episodio piloto, Greg Mottola. Sin embargo, quien se esconde tras la redacción (newsroom) no es otro que el guionista de "El ala oeste de la Casa Blanca" y "La red social", el grandioso Aaron Sorkin.
La cadena de moda en cuanto a series nos trae esta fresca aunque conocida historia de reporteros, fama, trabajo en equipo y relaciones personales. THE NEWSROOM es la redacción en la que se muestran las noticias en vivo que tanto gustan en el país de la "libertad". Y nos metemos de lleno para ver cómo se manejan los hilos de un negocio afligido por los mercenarios, el bótox y los chismorreos.
Televisión, opinión y discusiones asedian nuestras retinas durante los primeros minutos. Estamos en un programa televisivo que pretende dar una visión patriótica metiendo el dedo en la llaga de los invitados. Carne fresca para la cada vez más adormilada audiencia. Nos dan una lección de superación (está claro que el receptor es el gran público estadounidense) y una supuesta autocrítica para que entendamos que podemos mejorar. Discurso perfecto, bocas abiertas y sorpresa: "Esto es América". Entonces rompemos con la cámara y fuera de luces aparece la hipocresía, división mediática que adolece por ser tema muy manido.
El piloto comienza con este bombazo, que desencadenará toda la trama que veremos a continuación, y no hace falta ser un fan de la comunicación para sentirse atraído por el descarrilamiento de este tren de mercancías. Nos asalta y nos mezcla con la trama a golpe de revés por segundo en cada mejilla. Sin embargo, la serie parece destinada a contarnos el día a día, más cercana que elitista. Aparecen los créditos iniciales y la banda sonora y añoramos una casa familiar, unas series sin prisa y volvemos a los años 90. Más que escogido tema, con la intención de volver a aquellas series que emocionaban por la historia que contaban, más allá de aliens, zombies o explosiones intrigantes. El guión está de moda, al menos en la HBO. Y con el título, para dar comienzo al capítulo... Aaron Sorkin se reserva el lugar privilegiado, y es que ese nombre es garantía de unos minutos de incesante atención. Saldrá redondo.
El elenco cuenta con actores y actrices muy reputados, aunque muchos nos suenan sin recordar de dónde. A la cabeza Jeff Bridges y Emily Mortimer, pero aquel Dev Patel de "Slumdog Millionaire", John Gallagher Jr, Alison Pill y Thomas Sadoski, amen de otros más, condecoran la que de momento está siendo serie revelación.
Emily Mortimer llega para dirigir y producir el programa del afamado Bridges, presentador de las noticias. En un ambiente de hostilidad permanente, habrán de golpear sus egos hasta herirse y necesitarse, por lo que las conversaciones se vuelven ácidas, punzantes y de ingeniosa maldad. Las funciones de cada personaje están por definir, excusa perfecta para que conozcamos cada perfil. La situación en la redacción acaba de dar un vuelco y somos testigos. El presentador ha decidido mojarse en un tema político y ha hecho saltar por los aires la máscara mediática de propaganda. Su equipo se resquebraja y será momento, forzado por el mandamás, de reubicar a cada uno donde haga mejor su trabajo.
Hay un tono de cercanía en los planos, algo de humor por la rapidez y la provocada situación extrema. Y de nuevo nos traen el repetitivo discurso: "Yes we can", o "We can do better" (Podemos hacerlo mejor).
La rapidez para la toma de decisiones es de guión acertado y lúcido. Estrépito e irritación en los ojos de no parpadear, la acción resulta intrusiva y nonos alejamos ni para estornudar. Estados Unidos sigue siendo el centro del universo y toda la trama gira en torno a mejorar el país, pues sólo vemos nuestro ombligo, pero no podemos exigirles nada diferente. Convierten la noticia en la esencia de la vida (demasiado artificial) y en un intento fastuoso, tal y como se viene haciendo últimamente en el mundo del noticiario, llevan el show televisivo al límite para que el mundo siga girando. Un tópico algo ingenuo. Sus noticias siempre van ligadas a la controversia, luchando por ganar audiencia y medrar en la ganancia, con la seguridad informativa en segundo plano. También aparecen las míticas mamarrachadas de los empleados subiditos de autoestima, pero es que a ellos les encanta el espectáculo.
No todo son buenas palabras para la serie, pues el tema ya se ha tratado con anterioridad y no hay mucha originalidad, pero el capítulo piloto nace y se desarrolla en el máximo posible. Rozan la hora y cuarto de infarto, con palabras directas al estímulo, datos que se almacenan sin más importancia y lecciones morales que iremos tragando con resignación.
Asombro y afimación se juntan en mi rostro para recomendar esta serie que hace unos meses nadie mencionaba. Sigamos y veamos qué nos depara más adelante.
Por Javier Moreno
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