Avanza el desarrollo de todos los personajes, aunque por turnos para evitar la saturación. La trama se vuelve más personal y se adentra en los míticos debates sobre el rigor o el sensacionalismo en la información, polarizando de nuevo la opinión con pocos ángulos a los que adherirse sin pervertir la visión crítica.
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La polémica sigue siendo política, sobre armas, críticas no constructivas y fanatismos varios, pero viene introducida por las citas promiscuas de Will, que busca a toda costa encontrar a alguien como MacKenzie y frustra todas sus oportunidades por problemas profesionales llevamos al plano personal.
Una trampa está siendo hilada y orquestada por aquella mala víbora que ya amenazaba en el capítulo anterior, pero no lo vemos (o eso creen desde la dirección) hasta el último minuto.
Un acierto: la banda sonora del último y vertiginoso tramo, más lento que de costumbre en el desarrollo verbal, pero más apto en la narración descriptiva. La prosopografía alcanza el clímax al callar las gargantas y sentir los estómagos, con la sucesión de una acción propia de una redacción, descrita desde lo más profundo y siguiendo los pasos, bien enlazados, hasta llegar al éxito, algo que debemos suponer que ocurre con frecuencia (y que no creo con tanta fe).
Minutos finales que dan la razón de nuevo a Sorkin, con los que asentimos y pensamos: "este tipo lo ha vuelto a hacer".
¿Tú también crees que este guionista, Aaron Sorkin, mejora en una historia más limitada como en una película? ¿O crees que se le da mejor el desarrollo lento de una serie?
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